Autoridad autoritaria

Los habitantes del mundo se agruparon nada más fueron creados. Cada persona se unió a aquellos con los que mantenía un modo de vida y costumbres semejantes, lo denominado hoy en día como cultura.
Cada colectivo a la vez, adoptó diferentes normas para poder así mantener un orden entre sus miembros. Estas normas serían dictadas por una autoridad, mandando, regulando o prohibiendo lo que se creyese necesario para poder llevar a cabo una vida placentera para todos ellos. Se ignoró en cambio, todo tipo de idea que reivindicase otra fuerza mayor que se hiciese cargo de controlar a las autoridades. ¿Pero que pueden hacer aquellas personas que son fustigadas por las autoridades cuando estas a su vez están protegidas de toda opción de ser juzgadas?

Recriminamos la marginación de la mujer, la violencia de sexo, la explotación… porque son temas de actualidad y cercanía. Sin embargo, numerosas mujeres y niñas de los campos de refugiados de Darfur, en el este de Chad, son violadas por ciudadanos de las cercanías, por miembros del Ejército Nacional chadiano, por refugiados, profesores, familiares e incluso por personal de las agencias humanitarias (a pesar de la presencia de las fuerzas de seguridad de la ONU). Y expongo aquí este dato como un pequeño ejemplo de todas las ciudadanas a las que acecha el temor de ser violadas, y de todos los innumerables casos de mujeres que al huir de sus viviendas con la esperanza de que la comunidad internacional y las autoridades les ofrezcan cierta seguridad y protección, se ven envueltas en nuevas y humillantes agresiones.

Es inaceptable el hecho de que los autores de violaciones y de otros actos de violencia contra mujeres y niñas refugiadas en centros de este tipo, rara vez sean puestos a disposición judicial, ni siquiera cuando las supervivientes denuncian estas agresiones a las autoridades locales; y peor aún es aquella situación en la que se encuentran aquellas que al acudir a las autoridades, personas o colectivos encargados de que la paz y la justicia reine entre los habitantes de un lugar se ven sometidas a nuevos abusos y vejaciones.

Debemos rebelarnos contra estas autoridades, cuyas víctimas son sufridoras de una doble injusticia, pues no solo han sufrido abusos de todo tipo sino que además nunca han sido reconocidas adecuadamente como víctimas ni tan poco han sido investigados los crímenes de que han sido objeto. Durante décadas han esperado a que se les haga justicia, pues sólo de esta forma podrán sobreponerse a su atroz vivencia.

Para finalizar pienso que los gobiernos deberían promulgar normas jurídicas más enérgicas y profundas para proteger a todo habitante de estas atrocidades.

Es necesario en la medida de lo posible poner fin a todo tipo de violencia.

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