Algo más que un trastorno alimenticio

Polvorones, bizcochos, bollos, mazapanes, chocolates… Llega la navidad y desgraciadamente entre los regalos siempre nos encontramos algún kilito de más. Las abundantes comidas familiares de esta época convertirán la báscula en nuestra peor enemiga, a la que todos evitaremos u observaremos con preocupación pretendiendo que este año sea menos grosera que el anterior. Pues bien, imaginémonos ahora que hay quienes no tienen la suficiente capacidad para controlar este placer, no porque carezcan de la fuerza de voluntad que a su edad les sería impropia, sino por la falta de madurez.


Hace unas semanas la Xunta de Galicia retiro la custodia a los padres de un niño de 9 años de 70 kilos de peso.

La mala información y la despreocupación por parte de los responsables de estos enfermos, son algunos de los ingredientes causantes de que un niño sufra de obesidad, problema que no es reciente; sin embargo se le ha dado mucha importancia últimamente porque el número de niños afectados por este problema ha crecido sorprendentemente en los últimos años. Ya casi se podría hablar de una epidemia.
Se afirma que 4 de cada 10 niños son obesos al llegar a los 10 años, y eso es algo por lo que debemos preocuparnos. Como ante cualquier problema, una vez que lo tenemos delante, nuestro deber es llegar a su raíz, buscando métodos para remediarlo. Y dado el porcentaje tan alto del problema en la población más joven, nuestra preocupación debería ser mayor si cabe.

Creo que es importante citar un breve texto escrito por Henry Franey, un experimentado pediatra de San Diego, California y destacado profesor Universitario. Franey dice:
Muchos padres atosigan de alimentos a sus hijos, creyendo que de esa manera los están beneficiando. Ellos no saben que un niño excesivamente gordo es generalmente un niño enfermo, expuesto a dramáticas deformaciones físicas y trastornos psíquicos. Un niño no importa cual sea su edad solo debe comer lo que estrictamente necesita, vitaminas, minerales, proteínas, fibras, carbohidratos y grasas, todo en proporciones adecuadas. No confunda a su hijo con un cerdo, recuerde que es un ser humano. (Hanson,1982,p 67)

Como se ha podido apreciar, muchos de los niños que padecen esta enfermedad, para no ser rechazados por los compañeros o por esta sociedad en general, buscan disminuir su peso con remedios que ponen en peligro su vida. Por ejemplo, con dietas, pastillas o con mero hecho del dejar de comer, levándoles a trastornos alimenticios como la anorexia o bulimia. Por otro lado, algunas de las dietas sugieren la eliminación de substancias indispensables para nuestro cuerpo, creando deformidades en los huesos.
Estos niños desarrollan baja autoestima, puesto que sufren terribles discriminaciones por parte de los individuo de su alrededor; o bien porque ellos mismos no encuentran su lugar en una sociedad que cada día se aleja más de la realidad, envolviendo al individuo en una falsa aureola de perfección, superficialidad y fantasía.
A pesar de ello, no debemos olvidar que la obesidad es más que un problema estético, pues su presencia conlleva serios riesgos para la salud de los afectados, y más aún cuando afecta a los niños.

En mi opinión, la obesidad puede llegar a ser una enfermedad mucho más grave de lo que hoy en día se piensa que es. No obstante, la sociedad discriminatoria en la que nos encontramos ataca a todo aquel que no se incluye en los estereotipos que salen en los medios de comunicación, cuando en la realidad solo un pequeño porcentaje puede parecerse a esos cuerpos y rostros, creando un sentido de inseguridad en las personas que no lo son.
Nuestra postura ante este tema, ha de ser el buscar una educación que persiga una alimentación saludable; en cuanto a la sociedad, desgraciadamente creo que hará falta algo más que un cambio educativo. Quizás tenga que producirse un cambio radical en determinados valores.

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