Las obras póstumas de un autor suelen ir acompañadas de un aura de misterio y, por qué no decirlo, morbo, que las hace a menudo más exitosas de lo que deberían. La excepción que confirma la regla es, sin duda, la trilogía millenium, del sueco Stieg Larsson, una obra que reúne misterio, intriga y crítica social, a veces con un punto de crudeza quizás excesivo. El primer libro narra las peripecias de Mikael Blomkvist, un periodista copropietario de la pequeña revista Millenium, que intenta desenmascarar injusticias e ilegalidades desconocidas a los ojos de la sociedad, ayudado por la investigadora privada Lisbeth Salander, para en los dos siguientes tornarse los papeles y ser Lisbeth la persona en apuros, que contará con la ayuda de Mikael, no muchas veces, pues su espíritu desconfiado e independiente se lo impide, pero sí cuando de verdad lo necesita.
El personaje de Lisbeth es el más curioso de la trilogía, pues no es estático, evoluciona. En el primer libro es presentada como un personaje extraño, alguien que sabe hacer su trabajo de forma excepcional, pero completamente inútil para desenvolverse en sociedad. A ese personaje se le añaden tintes neuróticos y psicópatas cuando, al inicio de segundo libro, es acusada de tres asesinatos (el astuto Stieg juega con nuestro prejuicios para que cada uno saque sus propias conclusiones. Yo en particular sí que creí en un principio en la culpabilidad de Lisbeth, aunque pronto compruebas que no es así). Sin embargo, a medida que se desgrana la historia de su traumática infancia no sólo se comprueba que Lisbeth no es culpable ni está loca, es más, es una persona con un intelecto sensacional, también se comprueba que ella es en realidad una víctima más de su padre, Alexander Zalachenko, acallada, encerrada y torturada en un hospital psiquiátrico, todo organizado por la policía secreta sueca.
La función del primer libro me recuerda mucho a la de El Hobbit en la obra El Señor de los Anillos, de Tolkien. Es un libro cuya historia no está ligada a la trama principal que se desarrollará en los siguientes, pero es muy útil para presentar a los personajes, las relaciones entre ellos, y darnos un retrato de cada uno que nos permite distinguir los rasgos particulares de todos ellos, de forma mucho más precisa que lo que haría un párrafo descriptivo.
Además de ser un libro muy interesante de leer, tiene también un punto de crítica a la sociedad. En los libros es constante la alusión a problemas relacionados con la mujer, la prostitución, la violencia de género, las violaciones, secuestros, chantajes sexuales, asesinatos… También hay una denuncia contra los servicios secretos en el caso de todas las fechorías del padre de Lisbeth, Zalachenko, ocultadas por la Säpo por interés propio. Se dibuja a esta corporación como un grupo de agentes sin escrúpulos que, por alcanzar sus objetivos, no les importa que unos pocos sufran un auténtico calvario. También alude a los lectores, puesto que con la presentación de Salander nos hace caer en un juicio moral en el que solo tenemos en cuenta las apariencias y el comportamiento de Lisbeth, sin ahondar en su corazón.
Este autor probablemente habría llegado a formar parte del selecto grupo de los grandes de la literatura si la muerte no se lo hubiera llevado, puesto que su obra derrocha ingenio y, a veces, un humor irónico, casi imperceptible a alguien que leyera por encima. Prueba de ello es el título del tercer libro, La reina en el palacio de las corrientes de aire, que hace mención a Lisbeth Salander, a la habitación de hospital en la que estaba encerrada y a la rejilla de ventilación tras la cual le escondían el móvil que le daba conexión a Internet. Por detalles como éste y muchos más, es una pena que no vayamos a poder disfrutar de más libros de Larsson. De todas formas, nos queda para el recuerdo esta gran obra, que incluso puede que relea en el futuro.
El personaje de Lisbeth es el más curioso de la trilogía, pues no es estático, evoluciona. En el primer libro es presentada como un personaje extraño, alguien que sabe hacer su trabajo de forma excepcional, pero completamente inútil para desenvolverse en sociedad. A ese personaje se le añaden tintes neuróticos y psicópatas cuando, al inicio de segundo libro, es acusada de tres asesinatos (el astuto Stieg juega con nuestro prejuicios para que cada uno saque sus propias conclusiones. Yo en particular sí que creí en un principio en la culpabilidad de Lisbeth, aunque pronto compruebas que no es así). Sin embargo, a medida que se desgrana la historia de su traumática infancia no sólo se comprueba que Lisbeth no es culpable ni está loca, es más, es una persona con un intelecto sensacional, también se comprueba que ella es en realidad una víctima más de su padre, Alexander Zalachenko, acallada, encerrada y torturada en un hospital psiquiátrico, todo organizado por la policía secreta sueca.
La función del primer libro me recuerda mucho a la de El Hobbit en la obra El Señor de los Anillos, de Tolkien. Es un libro cuya historia no está ligada a la trama principal que se desarrollará en los siguientes, pero es muy útil para presentar a los personajes, las relaciones entre ellos, y darnos un retrato de cada uno que nos permite distinguir los rasgos particulares de todos ellos, de forma mucho más precisa que lo que haría un párrafo descriptivo.
Además de ser un libro muy interesante de leer, tiene también un punto de crítica a la sociedad. En los libros es constante la alusión a problemas relacionados con la mujer, la prostitución, la violencia de género, las violaciones, secuestros, chantajes sexuales, asesinatos… También hay una denuncia contra los servicios secretos en el caso de todas las fechorías del padre de Lisbeth, Zalachenko, ocultadas por la Säpo por interés propio. Se dibuja a esta corporación como un grupo de agentes sin escrúpulos que, por alcanzar sus objetivos, no les importa que unos pocos sufran un auténtico calvario. También alude a los lectores, puesto que con la presentación de Salander nos hace caer en un juicio moral en el que solo tenemos en cuenta las apariencias y el comportamiento de Lisbeth, sin ahondar en su corazón.
Este autor probablemente habría llegado a formar parte del selecto grupo de los grandes de la literatura si la muerte no se lo hubiera llevado, puesto que su obra derrocha ingenio y, a veces, un humor irónico, casi imperceptible a alguien que leyera por encima. Prueba de ello es el título del tercer libro, La reina en el palacio de las corrientes de aire, que hace mención a Lisbeth Salander, a la habitación de hospital en la que estaba encerrada y a la rejilla de ventilación tras la cual le escondían el móvil que le daba conexión a Internet. Por detalles como éste y muchos más, es una pena que no vayamos a poder disfrutar de más libros de Larsson. De todas formas, nos queda para el recuerdo esta gran obra, que incluso puede que relea en el futuro.
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