IMPERIALISMO IDIOMÁTICO

El principal rasgo caracterizador de cada cultura, no es como muchos dicen, la vestimenta tradicional, la música popular o las festividades particulares, si no la lengua, esa herramienta sin la cual la comunicación es imposible.

En un mundo tan globalizado como es el nuestro, es indispensable que pese a las diferencias lingüísticas de cada región todos los habitantes del mundo tengan la posibilidad de comunicarse entre ellos, sea cual sea su bagaje cultural. Para esta importante cuestión se plantea un gran problema: ¿Qué lengua debe utilizarse?

Lo ideal sería utilizar una lengua que fuera de todos y a la vez de nadie, es decir una lengua artificial, de fácil aprendizaje y extraña a todo el mundo, de manera que todos comenzásemos desde cero a la hora de aprenderla. Esa lengua podría ser el “esperanto”, una lengua que como si de la creación del Dr. Frankenstein se tratara, está hecha de diferentes partes de otras lengua a fin de crear un idioma artificial y universal lo más sencillo posible.

Esa es la teoría, pero al volver a la realidad nos damos cuenta de que esta utopía no se está cumpliendo. Todos estamos arrodillados ante el imperialismo cultural yanki, todos estamos obligados a aprender inglés, mientras que ellos, los privilegiados, ya han nacido con la lengua “universal” y no tienen necesidad alguna de aprender otra. Incluso sienten que están haciendo un favor al resto del mundo al aprenderse los colores o contar hasta diez en español, francés o alemán. Pero lo peor de todo esto no es que los angloparlantes no aprendan ningún otro idioma si no que esta imposición esté acabando con el resto de lenguas.

Actualmente es indispensable para cualquier habitante del mundo conocer su lengua y en la misma medida, una o dos más. De hecho, esto en si mismo, no tiene nada de malo porque en la medida que se aprenden nuevos idiomas, aumenta también el entendimiento sobre el nuestro. Pero el problema surge cuando sobre todos los idiomas del mundo, sólo uno tiene preferencia. Cuando esto ocurre, el resto de idiomas se ve menospreciado, lo que en el caso de aquellas lenguas que ya estaban en recesión y de las que pueden empezar estarlo, puede significar la muerte.

La paradoja está en que a nuestra querida y honrada O.N.U. le duele muchísimo (o eso nos hacen creer) tener que alargar la lista de lenguas muertas o en desuso, pero nunca se han molestado en apoyar el uso o la creación de lenguas universales como el ya nombrado esperanto, si no que han recurrido una y otra vez al inglés.

Lo único que me consuela de todo este asunto es que gracias a la masiva inmigración y aumento de la población latina en EE.UU. (que dentro de poca llegará a ser la mayoría), el español está ganando posiciones sobre el inglés, lo que nos beneficia mucho; sin embargo la población latinoamericana no tiene un poder adquisitivo muy alto, ni una gran relevancia económica. En cambio, China, un país que parece haber despertado de su letargo, comienza a tener gran importancia económica, por lo que se nos está acercando el día en el que todos aprendamos chino mandarín.

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