Según la Real Academia Española, el profesor o bien profesora se define como la persona que ejerce o enseña una ciencia o arte. Al que se le acomete la responsabilidad de instruir a sus alumnos, siempre a cambio de un salario. Una profesión fundamental en la sociedad de hoy en día y proveniente de las épocas más antiguas de la historia de la humanidad.
Siempre ha sido responsabilidad del alumno el resultado de sus estudios, en los cuales teóricamente el profesor aporta esa enseñanza y ayuda necesaria para facilitar al alumno el aprobado. Es indiscutible la importancia de la contribución del profesor en la instrucción del alumno, por lo tanto no debería de ser suficiente una persona bien formada en una ciencia o arte, sino que debería de considerarse de mayor importancia la capacidad de dar una buena y adecuada enseñanza de dichos conocimientos.
Las cualidades más requeridas en un profesor/a podrían considerarse la paciencia, la serenidad, la capacidad de hacerse respetar en los momentos en los que sea necesario, y sobre todo, la capacidad de enseñar conocimientos de manera que el alumno sea capaz de comprender y no sienta impotencia o desesperación que le haga perder el interés o que incluso le produzca un rechazo ante esa asignatura o bien hacia el propio profesor.
Yo misma, en mi condición de alumna, me he visto involucrada en este tipo de situaciones en las que no solamente yo, sino que una clase entera de alumnos, hemos sentido impotencia al no ser capaces de seguir la velocidad de enseñanza de un profesor, ni de comprender sus explicaciones e instrucciones, haciendo incomodas e indeseables sus clases, y creando un rechazo hacia la asignatura impartida por dicho profesor.
Los alumnos, se adecuan a la manera de enseñar de los profesores, con los que es habitual que compartan varios años de aprendizaje. Por lo tanto son abundantes los lazos creados entre alumno y profesor.
De la misma manera en que los profesores son capaces de captar la inclinación o bien la animosidad de los alumnos hacia su asignatura, los alumnos somos capaces de percibir la entrega de los profesores en sus lecciones, lo cual influye en su manera de instruir; siempre que el verdadero objetivo del profesor sea que el alumno aprenda y llegue a sentir el mismo afán y empeño que el o ella alberga hacia su materia, transmitirá adecuadamente esa devoción a sus alumnos; pero cuando un profesor no siente esa devoción de enseñanza, es probable que transmita ese mismo sentimiento o sensación a sus alumnos, creando cierta negatividad y rechazo en ellos.
Se trata de un trabajo, una profesión como otra cualquiera, en la que el trabajo de una persona es recompensado de una manera equilibrada con dinero. Un trabajo en el que la formación y muchas veces el futuro de los alumnos depende de la manera de ejercer de los ya mencionados profesores, creando una dependencia que no debería de ser ignorada por ninguno de ellos, sino que, por el contrario, esa relación debería de evolucionar consiguiendo resultados mejores y más satisfactorios para ambos.
Siempre ha sido responsabilidad del alumno el resultado de sus estudios, en los cuales teóricamente el profesor aporta esa enseñanza y ayuda necesaria para facilitar al alumno el aprobado. Es indiscutible la importancia de la contribución del profesor en la instrucción del alumno, por lo tanto no debería de ser suficiente una persona bien formada en una ciencia o arte, sino que debería de considerarse de mayor importancia la capacidad de dar una buena y adecuada enseñanza de dichos conocimientos.
Las cualidades más requeridas en un profesor/a podrían considerarse la paciencia, la serenidad, la capacidad de hacerse respetar en los momentos en los que sea necesario, y sobre todo, la capacidad de enseñar conocimientos de manera que el alumno sea capaz de comprender y no sienta impotencia o desesperación que le haga perder el interés o que incluso le produzca un rechazo ante esa asignatura o bien hacia el propio profesor.
Yo misma, en mi condición de alumna, me he visto involucrada en este tipo de situaciones en las que no solamente yo, sino que una clase entera de alumnos, hemos sentido impotencia al no ser capaces de seguir la velocidad de enseñanza de un profesor, ni de comprender sus explicaciones e instrucciones, haciendo incomodas e indeseables sus clases, y creando un rechazo hacia la asignatura impartida por dicho profesor.
Los alumnos, se adecuan a la manera de enseñar de los profesores, con los que es habitual que compartan varios años de aprendizaje. Por lo tanto son abundantes los lazos creados entre alumno y profesor.
De la misma manera en que los profesores son capaces de captar la inclinación o bien la animosidad de los alumnos hacia su asignatura, los alumnos somos capaces de percibir la entrega de los profesores en sus lecciones, lo cual influye en su manera de instruir; siempre que el verdadero objetivo del profesor sea que el alumno aprenda y llegue a sentir el mismo afán y empeño que el o ella alberga hacia su materia, transmitirá adecuadamente esa devoción a sus alumnos; pero cuando un profesor no siente esa devoción de enseñanza, es probable que transmita ese mismo sentimiento o sensación a sus alumnos, creando cierta negatividad y rechazo en ellos.
Se trata de un trabajo, una profesión como otra cualquiera, en la que el trabajo de una persona es recompensado de una manera equilibrada con dinero. Un trabajo en el que la formación y muchas veces el futuro de los alumnos depende de la manera de ejercer de los ya mencionados profesores, creando una dependencia que no debería de ser ignorada por ninguno de ellos, sino que, por el contrario, esa relación debería de evolucionar consiguiendo resultados mejores y más satisfactorios para ambos.
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