¿Seguridad o Vigilancia?


En todas partes se oye que el avance tecnológico es bueno, que es siempre por nuestro bien. Pero en realidad, el que la tecnología sea de buen uso depende de quién la use y cómo la use. Por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial, varios científicos investigaban la bomba atómica.
¿Qué pasó después? La guerra se complicó un poco y, claro, teniendo tal arma guardada y estando en guerra ¡Qué buen momento para realizar un pequeño experimento! Asi que se mandan unos aviones hacia Japón y a ver qué es lo que pasa. ¡Y qué resultado más satisfactorio para los estadounidenses y los aliados en la guerra! Unas 220.000 víctimas de estas bombas en Japón, pero ojo, todo esto se hizo, en un principio, con un fin únicamente experimental.

En situaciones parecidas, pero no tan peligrosas, nos encontramos hoy en día. El afán por la seguridad nos ha llevado a inventar, instalar y usar diferentes dispositivos electrónicos, así como cámaras de seguridad, alarmas, cajas fuertes, etc. Muchas de estas cosas son de un único uso, no puedes utilizar la caja fuerte más que para guardar cosas. Pero otras, como las cámaras de vigilancia, pueden resultar una manera de controlar lo que la gente hace.

En la actualidad es muy normal encontrarnos con cámaras en lugares como centros comerciales, pequeños comercios, alrededor de edificios importantes, como el palacio de justicia, comisarías, e incluso en algunas calles que resultan problemáticas, la calle San Francisco de Bilbo, por ejemplo. Siempre dicen que estas medidas son única y exclusivamente por seguridad. Pero en realidad, ¿quien nos asegura que es así? Todas esas cámaras se podrían utilizar para controlar a la gente y saber en qué actividades gastan su tiempo. Con el uso de las cámaras, es del todo posible ver gente aparentemente sospechosa reuniéndose en la calle y dar paso a grandes malentendidos. Entonces ¿deberíamos aceptar el hecho de que estas cámaras “velen por nuestra seguridad”?

Otra de las tecnologías que resulta conflictiva es Internet. Esa enorme red mundial en la que, normalmente la gente navega sin miedo, habla con desconocidos en diferentes chats, da sus datos en registros, da números de la tarjeta de crédito o de cuentas corrientes creyendo que esa información es puramente confidencial. Lo malo es que cualquiera que sepa un poco de informática puede crear una página web que parezca real, pedir datos para cualquier cosa (siempre hay algunos que caen) y utilizar toda esta información en su beneficio. Luego aparecen fraudes en los que se han perdido miles de euros o resulta que han usado tus datos para alguna especie de compra o de tramite ilegal por Internet y te cae una buena.

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