¿Y QUE MÁS?

Todos sabemos que los políticos, y sobre todo, los políticos actuales, han carecido siempre de honradez, lealtad, moralidad y ética, en definitiva, todos aquellos valores que ellos intentan infundir a nuestra ya pervertida sociedad. (T)El problema está en que durante los últimos años los políticos han demostrado carecer de otro de los rasgos más representativos del carácter humano, la vergüenza. Y es que parece que uno no cumple el perfil de político si no muestra una total ausencia de escrúpulos.

(A1)En el mes de febrero del pasado año 2009 el juez Garzón dio comienzo a la investigación del caso Gürtel, que nació con el fin de investigar una supuesta red de corrupción vinculada al Partido Popular, en la cual se verían involucrados dirigentes de este partido a todos los niveles. Pero sin duda el político más salpicado por este escándalo ha sido el Presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps.
Pese a todo el polvo levantado por el caso del sastre y los trajecitos y las continuas peticiones por parte de compañeros de partido de dimisión, el señor Camps, acusado de gravísimos delitos, ha conseguido, contra todo pronóstico, mantener su cargo público. Es increíble poder haber sido testigo de semejante actuación. Este caradura, completamente honrado y leal según afirman sus compañeros de militancia, no solo ha conseguido dejar de lado todas las acusaciones que le indicaban a él como principal beneficiario de este escándalo, sino que ha sabido lavar su imagen de manera magistral. Ahora que estamos en época de Fallas, Camps ha tenido una oportunidad de oro para devolver a su desgastada popularidad el empujón que necesitaba, dándose baños de multitudes con sus colegas también de dudosa moralidad, como Rita Barberá. Y lo peor es que aparentemente el populacho lo perdona (o lo olvida) todo y vuelve a respetarle como el primer día. Admirable.

(A2)Parece que al Partido Popular y sobre todo, al valenciano, se le dan mejor que a nadie los escándalos, ya que el pasado 19 de febrero el señor Nacho Uriarte, diputado, presidente de las juventudes de ese partido y valga la paradoja, vocal de la Comisión de Seguridad Vial, dio positivo en un control de alcoholemia efectuado tras una colisión leve, de la cual no se produjo ningún herido. Bien se vale, que tras semejante “descuido” el diputado dimitió de su cargo como vocal de la Comisón de Seguridad Vial, no lo hizo, sin embargo, del de presidente de las juventudes peperas. ¿Es ése el tipo de ejemplo que pretenden proporcionar a sus sucesores? Lo dudo mucho.
Pero lo peor de este asunto no es ya que una persona que se dedica a defender y promover la precaución al volante haya hecho todo lo contrario (porque de ese tipo de hipócritas hay muchos), sino que días después de que se dieran a conocer sus andanzas, se le aplaudía y vitoreaba en los meetings como si de un héroe se tratara. Una vez más, la masa mostró carecer de sentido común alguno.

(A2) Cabe decir también, que la corrupción moral y ética en la política ha adquirido casi un carácter tradicional. Grandes precursores como Jesús Gil y Gil, capaz de convertir Marbella en el Las Vegas español y presidir al mismo tiempo el Atlético de Madrid, dieron un nuevo significado a la palabra política. El señor Gil, en particular, presidente también del partido homónimo (hace falta ser egocéntrico) consiguió cubrirse de un aura de capo de la mafia sin perder ni un ápice de respeto ni legitimación social a pesar de lo evidente de sus negocios, de carácter marcadamente ilegal. Acostumbró incluso a frecuentar cadenas de televisión, lo que le vino muy bien, al igual que a nuestro amigo Camps, para lavar su imagen de magnate delincuente y sustituirla por una de viejete pervertido y campechano.

(C)En definitiva, en los últimos años los políticos se han caracterizado tanto por su cero moralidad como por su gran habilidad para no ruborizarse ante sus propios actos. Sin embargo, la sociedad, acostumbrada y casi necesitada de estos periódicos escándalos, parece querer quitarle peso al asunto, por lo que acaba tolerando lo intolerable.

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