La Real Academia de la Lengua define ocio como el tiempo libre de una persona. Cuando hablamos de nuestro tiempo diferenciamos dos momentos: el tiempo que la sociedad nos impone y estamos ocupados, es decir, ir a trabajar o a estudiar, y el libre, nuestro ocio.
Nuestro tiempo libre no es solo algo cultural, sociológico… es una necesidad vital. Supone las tres “d”-s: desarrollo, descanso y divertimiento.
Hoy en día, vivimos en una sociedad de consumo, el ocio se considera un disfrute privado y, por lo tanto, somos nosotros los que tenemos que financiar las actividades de tiempo libre, tanto de forma individual, ámbito privado, como de grupo, ámbito social.
Cuando pensamos en el tiempo libre de ámbito privado, nos referimos a jugar a la play station, escuchar música, leer, utilizar el ordenador, móvil… Si os fijáis todo ello supone dinero. Si pensamos en el ámbito social nos referimos al que hacemos con nuestra familia o con nuestro grupo de amigos. Aquí vuelve a aparecer el mismo término “dinero”. Dinero para salir de fiesta, dinero para tomar alguna bebida, dinero para acudir a un concierto o para ir a otros espectáculos. En mi caso, una joven de 17 años, todo esto lo tienen que financiar mis padres.
Según el estudio realizado por Eustat en Euskadi en el año 2009, cada hogar se gasta al año 334 euros en equipos y accesorios audiovisuales, fotográficos y de procesamiento de información, incluyendo sus reparaciones; 687,7 euros en servicios recreativos y culturales y 497,1 euros por unas vacaciones todo incluido. Esto es para nosotros, los humanos, el tiempo libre: disponer de dinero para después gastarlo.
Por lo tanto, deducimos que el ocio es sinónimo de “compras” y “las compras” son consumo. Si puedo consumir soy libre, dispongo de mi dinero para gastarlo en lo que quiera. Entonces, cuanto más consumamos… ¿más libres somos? ¿No dependemos, en exceso, del dinero? ¿No nos estamos convirtiendo en una sociedad adicta al gasto?
Si nuestro ocio consiste en disponer de dinero, gastárnoslo en videojuegos o llamadas y mensajes de móvil, pasar el día en un centro comercial, quedar con los amigos en un bar y tomar potes, considerar una obligación renovar nuestro vestuario… mi preguntas son las siguientes: ¿Nos vamos a seguir dejando manipular por esta sociedad mercantilista? ¿No estaremos creando una sociedad inmadura? ¿Existen otras formas alternativas de ocio que no impliquen gasto?
En conclusión, los jóvenes somos criticados por nuestros hábitos pero necesitamos contar con nuevas formas de tiempo libre y que las instituciones nos apoyen.
Nuestro tiempo libre no es solo algo cultural, sociológico… es una necesidad vital. Supone las tres “d”-s: desarrollo, descanso y divertimiento.
Hoy en día, vivimos en una sociedad de consumo, el ocio se considera un disfrute privado y, por lo tanto, somos nosotros los que tenemos que financiar las actividades de tiempo libre, tanto de forma individual, ámbito privado, como de grupo, ámbito social.
Cuando pensamos en el tiempo libre de ámbito privado, nos referimos a jugar a la play station, escuchar música, leer, utilizar el ordenador, móvil… Si os fijáis todo ello supone dinero. Si pensamos en el ámbito social nos referimos al que hacemos con nuestra familia o con nuestro grupo de amigos. Aquí vuelve a aparecer el mismo término “dinero”. Dinero para salir de fiesta, dinero para tomar alguna bebida, dinero para acudir a un concierto o para ir a otros espectáculos. En mi caso, una joven de 17 años, todo esto lo tienen que financiar mis padres.
Según el estudio realizado por Eustat en Euskadi en el año 2009, cada hogar se gasta al año 334 euros en equipos y accesorios audiovisuales, fotográficos y de procesamiento de información, incluyendo sus reparaciones; 687,7 euros en servicios recreativos y culturales y 497,1 euros por unas vacaciones todo incluido. Esto es para nosotros, los humanos, el tiempo libre: disponer de dinero para después gastarlo.
Por lo tanto, deducimos que el ocio es sinónimo de “compras” y “las compras” son consumo. Si puedo consumir soy libre, dispongo de mi dinero para gastarlo en lo que quiera. Entonces, cuanto más consumamos… ¿más libres somos? ¿No dependemos, en exceso, del dinero? ¿No nos estamos convirtiendo en una sociedad adicta al gasto?
Si nuestro ocio consiste en disponer de dinero, gastárnoslo en videojuegos o llamadas y mensajes de móvil, pasar el día en un centro comercial, quedar con los amigos en un bar y tomar potes, considerar una obligación renovar nuestro vestuario… mi preguntas son las siguientes: ¿Nos vamos a seguir dejando manipular por esta sociedad mercantilista? ¿No estaremos creando una sociedad inmadura? ¿Existen otras formas alternativas de ocio que no impliquen gasto?
En conclusión, los jóvenes somos criticados por nuestros hábitos pero necesitamos contar con nuevas formas de tiempo libre y que las instituciones nos apoyen.
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