La ladrona de libros. Markus Zusak


La muerte es lo que da sentido a la vida. Son como el día y la noche, el frío y el calor, el sol y la luna, las dos caras de una misma moneda llamada vida, curiosamente, una moneda que todos llevamos en el bolsillo y cuyas dos caras miramos frente a frente tarde o temprano. Todos morimos, pero el hecho de saberlo no aligera el miedo. Es lo que tiene lo desconocido, nos asusta. Claro que si la muerte se nos presenta como algo agradable, amable, incluso afable y remarca la justicia de su quehacer, la perspectiva cambia un poco. Para que negarlo, es cierto que es justa, más que su opuesto, la vida, así que tal sea necesario otorgarle un voto de confianza. Si además la muerte se afana en contarnos una historia en la que nos demuestra que tiene remordimientos, que nos mira con dulzura, una historia en la que nos muestra su corazón, en absoluto negro, como cabría imaginar, sino tierno y dispuesto a ponerse en el lugar de aquellos a quienes viene a buscar, entonces nos arrebujamos en el sillón y nos sumergimos en una fantástica y bella historia conducidos por la voz, ahora cercana y amorosa, de la muerte. Un comienzo extraño, sin duda. Nos conducirá a la Alemania nazi, a los tiempos turbulentos en los que las vidas de unos valían más que las de otros, en las que el sufrimiento tenía distinto color (rojo, banco,negro...) dependiendo de en qué hogar acontecía. Nos adentraremos en un mundo particular en el que conoceremos a los personajes por fuera y también por dentro, tanto que la narradora, la muerte, nos confiará secretos inconfesos, algunos que ni los propios implicados conocen, como las veces que se la han jugado y han estado a punto de morir. Y nos dejaremos caer en la vida de Liesel, quien desde temprana edad se verá atraída por los libros, por las palabras, que aún no sabiendo descifrar atraerán su mirada y despertarán su curiosidad, tanto, que terminará convirtiéndose en una verdadera ladrona de libros. Serán sus tesoros, serán la voz que amortigüe los sonidos de las bombas en el sótano, serán su refugio mientras su mundo, el que construirá a golpe de lágrimas, sonrisas y música de acordeones, se desmorona con la perdida de su familia biológica, al morir su padre adoptivo, al desaparecer Rudy y sus otros amigos, con el sufrimiento de Max, el fin de su madre adoptiva... La muerte se los irá llevando, en silencio, intentando pasar desapercibida. Y lo conseguirá con todos excepto con Liesel. A fin de cuentas, ella siempre le miró a los ojos, desde el principio, desde aquel día en el que se llevó en sus brazos la pequeña alma de su hermano.

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